EL NOVIAZGO
Enamoramiento y noviazgo: ese
amanecer
En la cultura occidental, el matrimonio ha llegado a configurarse como el fruto del enamoramiento y la elección
libre. Las personas se casan por amor y para amarse. Deciden unir sus vidas llevadas por un sentimiento de amor compartido
y contrastado durante un tiempo. El proyecto de amor conyugal ha emergido con fuerza, vigor y belleza especial en el enamoramiento.
Y se ha configurado en el noviazgo en cuanto forma social del aprendizaje del matrimonio.
Enamorarse implica básicamente
un descentrarse de sí para centrarse en la persona del otro. Sea cual sea la forma psicológica como se inicia, el enamoramiento
tiene siempre la dimensión del descubrimiento del otro. En el origen del despertar del sentimiento de enamoramiento suele
haber una llamada de la belleza del otro. Su sonrisa, su voz, su forma de mirar, atraen la atención. Inseparable del atractivo
físico es el atractivo personal.
Es un hecho personal de maduración.
Implica ir dejando las actitudes paternalistas y maternalistas aprendidas, para ir consiguiendo actitudes y comportamientos
responsables y libres. Igualmente, en el tiempo del noviazgo los enamorados se ejercitan en la superación de los juegos y
actitudes «filiales» con respecto al «partner». Se aprende a luchar contra la tendencia a dejarse proteger, a dejarse querer
pasivamente sin responder activamente a la excitación y a la llamada del otro. Liberarse de la tendencia a la sumisión y a
la fusión constituye un aprendizaje que se ensaya e inicia en el noviazgo. Se trata de una relación de tú a tú, de persona
a persona, de hombre y mujer.
El noviazgo es también una aventura.
Se emprende un camino nuevo que tiene gran atractivo y también notables riesgos. Implica dejar las seguridades de lo ya conocido
y emprender un experimento hacia dentro de cada uno y hacia el otro. Te lleva a ir dejando la pandilla de amigos, la comodidad
del hogar, las seguridades económicas y afectivas. Te pone en camino hacia la tierra prometida y te hace ejercitar la fe y
la esperanza ante la novedad y libertad de la persona amada.
Comunicación.
En el proceso de la comunicación
juegan un papel decisivo en la corporeidad y la sexualidad. A medida que se va formando la pareja se van encontrando los signos,
los gestos y rituales propios. Se va aprendiendo a descifrar la expresión corporal como lenguaje no-verbal. El tomarse de
la mano, el primer beso, el primer regalo, el entrar en casa, suelen ser gestos llenos de significación y emoción. La sexualidad
como lenguaje afectivo, placentero e instintivo adquiere todo su alcance en la perspectiva de la comunicación interpersonal.
Implica apasionamiento, búsqueda de contacto y unión.
El plan de Dios
El más
profundo sueño de libertad, de comunicación, de singularidad, de amor, corre el riesgo de naufragar en medio de las adversidades
o, simplemente, de marchitarse. En muchas parejas termina en el fracaso y la separación. En otras muchas, el fracaso es interior,
pero no estalla en separación. ¿Cómo influyen la fe y la esperanza religiosa de las parejas comprometidas en la aventura del
amor?
El sueño de Dios coincide con
los más hondos sueños de la pareja. Dios mismo está implicado en el logro de esa relación de amor. Está presente en la vida
de los cónyuges. Si el Dios que «hace posible lo que parece imposible» está interesado en el éxito de cada relación conyugal,
ello significa una nueva dinámica. Puede renacer el fuego del amor desde sus cenizas. El sueño profundo es siempre recuperable.
No es menester renunciar a él. Dios quiere que seamos felices. Y la felicidad de la pareja reside en el desarrollo de una
relación íntima, profunda, responsable. Dios los llama a persistir en la realización de ese proyecto de amor forjado durante
el noviazgo y primeros años de matrimonio, que constituyen la experiencia fundante del matrimonio.
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