San Juan Bosco vivió al servicio de los niños
y jóvenes más necesitados y en peligro.
Su misión fue ofrecer a estos pequeños hermanos una verdadera
posibilidad de desarrollo personal como "buenos cristianos y honrados ciudadanos".
Es el santo de la juventud. El santo de los obreros, el santo
de la alegría, el santo de María Auxiliadora y el santo de muchas cosas más. El verano de 1815 nacía en Becchi-Piamonte
(Italia) de padres humildes pero muy buenos cristianos.
Desde muy niño hubo de trabajar duro al lado de su santa madre,
la mamá Margarita, para sacar la casa adelante.
De su santa madre recibió una profunda educación cristiana
y un gran amor a la Virgen María junto con un gran respeto hacia los sacerdotes. Ambas cosas quedaron profundamente impresas
en su alma.
Ya desde niño demostró estar en posesión
de cualidades nada comunes en todos los sentidos: Era simpático, agudo, inteligente, trabajador y muy mañoso con cuanto se
proponía. Desde niño y después de joven, pero sobre todo de sacerdote, trabajará tanto que parece casi imposible cómo en sólo
72 años de vida pudo realizar tantas y tan importantes obras. Alguien ha dicho que trabajó él solo más que diez hombres juntos
de no cortas cualidades.
Dos eran las armas de que se servía, sobre todo, D. Bosco, para formarles:
La eucaristía y la penitencia. Estos dos sacramentos obraban maravillas en aquellos jóvenes... Hasta le creyeron un poco mal
de la cabeza por los "sueños" que llenaban su corazón y su mente en favor de los abandonados... Obraba milagros, pero siempre
era Ella, la VIRGEN AUXILIADORA, quien los hacía, decía él. "No he sido yo, ha sido la Virgen Auxiliadora quien te ha salvado"...
"Cada ladrillo de esta iglesia - se refería a la gran Basílica que en su obsequio empezó el 1863 - es una gracia de la Virgen
María"... Para continuar su OBRA el 1857 fundó los Salesianos y poco después las Hijas de María Auxiliadora. Ellos llevan
su espíritu. Antes de que le llegue su preciosa muerte a pequeños y grandes durante el tiempo de la Misa o del Rosario, se
presentaba él y decía: "Yo lo hago esto sin haceros pagar, tan bien o mejor que él pero con una condición: Que vengáis después
todos conmigo a la Iglesia"... Lo hacía y arrastraba a los espectadores a tornar parte en cuanto en el templo se hacía. Así
iba llenando la iglesia de fieles a la vez que limpiaba el pueblo de personas poco recomendables...
No hay jovenes malos, sino que no hay nadie que les diga que pueden ser buenos.